“Presidente Faust, Decano Smith, Decano Fitzsimmons, Profesor Pfister Dr. Counter, mi querido Howard Buffet y, sobre todo, los estudiantes de la Universidad de Harvard.
Muchas gracias por el honor que me han rendido el día de hoy. Estoy encantada de estar aquí y muy agradecida por tan cálida bienvenida. He pasado un día agradable en Harvard y me siento extremadamente halagada.
Me gradué del colegio a los 15 años y, salvo por un curso de historia que tomé en UCLA en el verano de 2008, les prometo que no he vuelto a pisar una clase. Entonces…cuando hoy entré a las instalaciones tuve que llamar a mi madre y decirle: hola Mama adivina qué? Entré a Harvard! Por supuesto que ella sabía que sólo por un día!
Hoy en día, cuando me subo al escenario y por el bien y salud de la
audiencia, estoy autorizada a cantar y bailar solamente!
Por eso tendrán que perdonarme por sacarle el mayor provecho a esta ocasión, abusando del podio y compartiendo algunos pensamientos con ustedes. No todos los días se me presenta la oportunidad de hablarle a un grupo de personas que pronto sembrará ideas relevantes en las cabezas y corazones de
generaciones venideras.
Entonces no me culpen por compartirles algunos pensamientos que surgieron en mi cabeza en el avión cuando venia para aquí o cosas que he aprendido de gente que conocí durante mis viajes abogando por la educación universal en el mundo en vías de desarrollo.
Ahora, a ustedes no tengo que contarles acerca del poder de la educación.
Este es el lugar donde los más brillantes y los mejores han venido a
estudiar, aprender y enseñar por más de 300 años.
Sus predecesores, los graduados de esta Universidad – y algunos pocos que no terminaron – le han dado forma a esta país y nuestro mundo para mejor.
Por eso, ustedes tienen – como yo también recibiendo este premio – grandes zapatos que llenar.
Pero ese es un desafío que tomarán con entusiasmo. Ustedes no están en Harvard por accidente o suerte. Es su inteligencia y trabajo arduo que los ha traído hasta aquí.
Y no hay un mejor lugar que les permita darle forma a su potencial humano que este gran lugar de aprendizaje.
No cualquiera puede estudiar en esta Universidad, por cierto.
Pero todos, adonde sea que vivamos, cualquiera sea nuestra formación, merecemos la chance de llevar al máximo nuestro potencial.
Ahora, como sabrán no soy ninguna Madre Teresa.
Y hay mucha gente valiosa que dedica su vida a cambiar la de los niños y niñas en todo el mundo.
Son ellos quienes deberían estar en este escenario hablándoles sobre educación. Pero no todos tienen la chance que yo tengo hoy.
Lo que soy es una pequeña mujer con una voz grande.
Una mujer que ha sido bendecida por una gran plataforma para brindar su voz a aquellos que no la tienen.
Como una niña del mundo en vías de desarrollo, es mi deber usar esta voz de todos los modos posibles para promover el mensaje del poder de la educación para cambiar vidas.
El escándalo es que muchos millones están condenados por siempre a una vida de pobreza y segregación incluso antes de convertirse en adultos.
He visto todo esto a mi alrededor cuando crecía en Colombia, y en
Latinoamérica, que es la región más desigual del mundo. Aprendí que en Latinoamérica, que es el caso del mundo en vías de desarrollo, si naces pobre morís pobre.
Recuerdo vívidamente, cuando crecía en mi ciudad natal Barranquilla, ver a niños cerca de mi casa que eran inteligentes y astutos con enormes talentos, niñas que probablemente cantaban y bailaban mejor que yo que, sin embargo, vivían en la calle con nada. Sin esperanza, sin futuro.
Como niña que era, ver esto me puso triste pero, sobre todo, enojada. Más tarde, la vida me dio la chance de canalizar toda esa inconformidad cuando me di cuenta que habían soluciones para estas cuestiones (y gracias a Dios porque tanto enojo no puede vivir en un cuerpo tan pequeño). Entonces, entendí rápidamente que cuanto más hablamos de esas cosas que nos molestan y
parecen imposibles de resolver, más podemos encontrar soluciones.
Ningún niño o niña debe morir pobre e insatisfecho sólo por haber nacido pobre.
Sé con certeza que, con un poco de esfuerzo y mucha convicción, el destino puede cambiarse.
Sabemos que implementar la educación universal es arduo, especialmente para crear voluntad política y reformar culturas. Pero es algo que puede hacerse.
Seamos atrevidos. Tenemos las ideas, la inteligencia, los recursos humanos, los gobiernos tienen el dinero y los jóvenes la influencia.
La pelota está en nuestra cancha.
Si todos queremos la erradicación de la pobreza, promover la educación universal para todos será el vehículo más rápido para llevarnos allí.
70 millones de niños viven hoy sin acceso a educación primaria y secundaria. Esto sólo puede ser sinónimo de hambre, resentimiento, violencia, discriminación, guerra.
La educación es el camino para garantizar que esto no suceda, y para asegurar la seguridad global y el desarrollo económico. Es la mejor estrategia para la paz. Después de todo, no es acaso eso lo que tanto los países ricos como los pobres quieren? Invertir en la educación es para todos un buen negocio. Entonces, por qué esperar?
Me gusta pensar en esos 70 millones de niños del mundo sin acceso a educación primaria y secundaria como 70 millones de mentes que pueden alcanzar su pleno potencial y llegar a ser los científicos e inventores del mañana, los maestros, artistas, ambientalistas del mañana, los doctores que puedan curar nuestras enfermedades, los hacedores de maravillas del mañana.
Me gustaría imaginar al mundo de aquí a unos años como una gran usina de ideas vitales y revolucionarias generadas por niños y niñas que hoy viven en vulnerables y remotos lugares del mundo.
Creo en la humanidad y su enorme potencial, y creo que estamos sólo en el umbral de lo que juntos podemos realizar. Lo mejor nos espera adelante.
Es precisamente durante tiempos de crisis económica como estos cuando tenemos que enfocarnos en cultivar mentes desarrolladas puesto que, históricamente, se ha comprobado que las mentes educadas formarán la base de las sociedades más prósperas.
Pero todos sabemos que esto no puede dejarse solamente en manos de los gobiernos; no tenemos tiempo para la burocracia mientras el infinito potencial humano se va desperdiciando y millones de niños están perdiendo la oportunidad de desarrollar sus talentos, en el ostracismo y excluidos de la sociedad.
Es por eso que el activismo del ciudadano es vital.
Ahora algunos de ustedes se preguntarán cómo llegue a tener tanto interés en el valor de la educación. Si bien soy sólo una estudiante de estos asuntos, me fascina la manera en que una pequeña inversión de esfuerzo puede garantizar resultados significantes después de un corto periodo de tiempo.
Por más de 14 años hemos estado trabajando de la mano con Maria Emma Mejía y Pies Descalzos en Colombia, la fundación que establecí en mi país cuando tenía 18 años, y desde entonces hemos estado construyendo escuelas en zonas de conflicto y pobreza, trabajando con familias desplazadas. Hemos
construido seis escuelas de última generación que ofrecen apoyo a 30.000 familias y educación de alta calidad tanto como comidas nutritivas a nuestros 6.000 estudiantes, creando un modelo integral de educación en el
cual la escuela se convierte en el eje y el corazón de la comunidad.
Lo más gratificante de trabajar en este proyecto es poder ver cómo con sólo dos dólares al día por cada niño, jóvenes que pudieron haber sido reclutados por la milicia o los grupos paramilitares ahora están en camino hacia la Universidad. Nos complace poder compartir que algunos de nuestros estudiantes han obtenido los resultados más altos en el país en las pruebas del estado este año. Y eso nos anima mucho. Hace varios años hubiéramos pensado que esto era imposible. Pero hoy en día ya vemos que si la inversión en la educación es completa, es cuestión de sólo unos años para que todos estos cambios se realicen.
Escuchamos todo el tiempo como la educación puede transformar una vida. Estoy aquí para decirles que yo he sido testigo de ello. No una o dos veces sino una y otra vez.
Ahora bien, por supuesto que trabajamos de la mano con los gobiernos, pero si he aprendido algo durante todos estos años, es el hecho de que una vez el sector privado se apropia de un proyecto escolar, el gobierno no se puede
negar a participar.
Entonces a nosotros como ciudadanos nos toca empujar a nuestros líderes a que se involucren en asuntos como éste que muchas veces no son la prioridad en sus agendas políticas.
He descubierto también que si intentamos servir como inspiración para las generaciones venideras, a ellas les urgirá más la necesidad de impulsar cambios y serán cada vez más activas.
De hecho, hablando del activismo de la juventud, en mi último concierto en el Madison Square Garden me acuerdo de un grupo de jóvenes que conocí después del concierto. Me pasaron las cartas normales que yo asumí eran fan mail. Al abrirlas salió que eran donaciones para hacerse padrinos de niños en mi país.
He conocido a innumerables estudiantes como ellos que me han contado de pasar sus vacaciones como voluntarios en Haití o Colombia o El Salvador.
Es a través de estos esfuerzos voluntarios en países por todo el mundo que la juventud está haciendo la diferencia.
Cada día somos más los que entendemos que el mundo no es nada que un pequeño pueblo y si existe un niño con hambre en Bangladesh, o un niño o niña latino de padres inmigrantes que no puede asistir a la escuela aunque vive en los Estados Unidos, ese niño debería ser un motivo de preocupación y una responsabilidad de todos nosotros.
A lo largo de este camino, he podido además tener la oportunidad de encontrarme con expertos que me han enseñado datos asombrosos que han ampliado totalmente mi visión acerca del impacto de la educación. Por ejemplo, un sólo año de educación en la escuela primaria se convierte en un aumento del 10 al 20 por ciento del sueldo en la vida adulta. Y cada dólar que se invierte en los programas del Desarrollo Infantil Temprano brindará otros 17 dólares al Estado.
Nosotros no podemos perdernos esta oportunidad de invertir. La educación universal es el combustible que impulsará el motor del cambio, y necesitamos empezar ahora.
A todo esto, yo prometo usar mi gran voz para hacer el ruido más alto que pueda: ¡y créanme que puedo hacer ruido cuando hace falta!
Sin embargo, al fin y al cabo, ustedes son los que van a tener el poder de hacer que la educación universal se convierta en una realidad y darle formar a nuestro mundo como ustedes lo crean mejor. Cuando salgan de aquí, serán los que determinen las políticas públicas, los líderes empresarios, los educadores y sus influencias serán clave en el proceso de determinar el orden del mundo.
Ya estamos viendo como su generación está liderando la presión para lograr la democracia en el Medio Oriente…
Necesitamos ver el mismo coraje y compromiso en asegurar que cada niño pueda beneficiarse del poder transformador de la educación.
Ustedes son los arquitectos del cambio y dejarán su huella en el mundo tal como lo hicieron sus predecesores.
Me han dicho que los estudiantes de Harvard no buscan trabajo sino que crean el trabajo.
Entonces me pregunto si ustedes nos pueden ayudar a crear también una sociedad más justa?
Yo diría que “Sí” a través de sus acciones futuras.
Promoviendo la educación para todos y ofreciendo a cada niño la oportunidad de maximizar su potencial, ustedes darán un gran paso -como nos señala The Harvard Foundation- hacia “el mejoramiento de la calidad de nuestra vida común”.
Muchas gracias por recibirme y escuchar mi vehemencia. Les doy las gracias por este honor.
Y acuérdense que la pelota está en su cancha!”
Muchas gracias por el honor que me han rendido el día de hoy. Estoy encantada de estar aquí y muy agradecida por tan cálida bienvenida. He pasado un día agradable en Harvard y me siento extremadamente halagada.
Me gradué del colegio a los 15 años y, salvo por un curso de historia que tomé en UCLA en el verano de 2008, les prometo que no he vuelto a pisar una clase. Entonces…cuando hoy entré a las instalaciones tuve que llamar a mi madre y decirle: hola Mama adivina qué? Entré a Harvard! Por supuesto que ella sabía que sólo por un día!
Hoy en día, cuando me subo al escenario y por el bien y salud de la
audiencia, estoy autorizada a cantar y bailar solamente!
Por eso tendrán que perdonarme por sacarle el mayor provecho a esta ocasión, abusando del podio y compartiendo algunos pensamientos con ustedes. No todos los días se me presenta la oportunidad de hablarle a un grupo de personas que pronto sembrará ideas relevantes en las cabezas y corazones de
generaciones venideras.
Entonces no me culpen por compartirles algunos pensamientos que surgieron en mi cabeza en el avión cuando venia para aquí o cosas que he aprendido de gente que conocí durante mis viajes abogando por la educación universal en el mundo en vías de desarrollo.
Ahora, a ustedes no tengo que contarles acerca del poder de la educación.
Este es el lugar donde los más brillantes y los mejores han venido a
estudiar, aprender y enseñar por más de 300 años.
Sus predecesores, los graduados de esta Universidad – y algunos pocos que no terminaron – le han dado forma a esta país y nuestro mundo para mejor.
Por eso, ustedes tienen – como yo también recibiendo este premio – grandes zapatos que llenar.
Pero ese es un desafío que tomarán con entusiasmo. Ustedes no están en Harvard por accidente o suerte. Es su inteligencia y trabajo arduo que los ha traído hasta aquí.
Y no hay un mejor lugar que les permita darle forma a su potencial humano que este gran lugar de aprendizaje.
No cualquiera puede estudiar en esta Universidad, por cierto.
Pero todos, adonde sea que vivamos, cualquiera sea nuestra formación, merecemos la chance de llevar al máximo nuestro potencial.
Ahora, como sabrán no soy ninguna Madre Teresa.
Y hay mucha gente valiosa que dedica su vida a cambiar la de los niños y niñas en todo el mundo.
Son ellos quienes deberían estar en este escenario hablándoles sobre educación. Pero no todos tienen la chance que yo tengo hoy.
Lo que soy es una pequeña mujer con una voz grande.
Una mujer que ha sido bendecida por una gran plataforma para brindar su voz a aquellos que no la tienen.
Como una niña del mundo en vías de desarrollo, es mi deber usar esta voz de todos los modos posibles para promover el mensaje del poder de la educación para cambiar vidas.
El escándalo es que muchos millones están condenados por siempre a una vida de pobreza y segregación incluso antes de convertirse en adultos.
He visto todo esto a mi alrededor cuando crecía en Colombia, y en
Latinoamérica, que es la región más desigual del mundo. Aprendí que en Latinoamérica, que es el caso del mundo en vías de desarrollo, si naces pobre morís pobre.
Recuerdo vívidamente, cuando crecía en mi ciudad natal Barranquilla, ver a niños cerca de mi casa que eran inteligentes y astutos con enormes talentos, niñas que probablemente cantaban y bailaban mejor que yo que, sin embargo, vivían en la calle con nada. Sin esperanza, sin futuro.
Como niña que era, ver esto me puso triste pero, sobre todo, enojada. Más tarde, la vida me dio la chance de canalizar toda esa inconformidad cuando me di cuenta que habían soluciones para estas cuestiones (y gracias a Dios porque tanto enojo no puede vivir en un cuerpo tan pequeño). Entonces, entendí rápidamente que cuanto más hablamos de esas cosas que nos molestan y
parecen imposibles de resolver, más podemos encontrar soluciones.
Ningún niño o niña debe morir pobre e insatisfecho sólo por haber nacido pobre.
Sé con certeza que, con un poco de esfuerzo y mucha convicción, el destino puede cambiarse.
Sabemos que implementar la educación universal es arduo, especialmente para crear voluntad política y reformar culturas. Pero es algo que puede hacerse.
Seamos atrevidos. Tenemos las ideas, la inteligencia, los recursos humanos, los gobiernos tienen el dinero y los jóvenes la influencia.
La pelota está en nuestra cancha.
Si todos queremos la erradicación de la pobreza, promover la educación universal para todos será el vehículo más rápido para llevarnos allí.
70 millones de niños viven hoy sin acceso a educación primaria y secundaria. Esto sólo puede ser sinónimo de hambre, resentimiento, violencia, discriminación, guerra.
La educación es el camino para garantizar que esto no suceda, y para asegurar la seguridad global y el desarrollo económico. Es la mejor estrategia para la paz. Después de todo, no es acaso eso lo que tanto los países ricos como los pobres quieren? Invertir en la educación es para todos un buen negocio. Entonces, por qué esperar?
Me gusta pensar en esos 70 millones de niños del mundo sin acceso a educación primaria y secundaria como 70 millones de mentes que pueden alcanzar su pleno potencial y llegar a ser los científicos e inventores del mañana, los maestros, artistas, ambientalistas del mañana, los doctores que puedan curar nuestras enfermedades, los hacedores de maravillas del mañana.
Me gustaría imaginar al mundo de aquí a unos años como una gran usina de ideas vitales y revolucionarias generadas por niños y niñas que hoy viven en vulnerables y remotos lugares del mundo.
Creo en la humanidad y su enorme potencial, y creo que estamos sólo en el umbral de lo que juntos podemos realizar. Lo mejor nos espera adelante.
Es precisamente durante tiempos de crisis económica como estos cuando tenemos que enfocarnos en cultivar mentes desarrolladas puesto que, históricamente, se ha comprobado que las mentes educadas formarán la base de las sociedades más prósperas.
Pero todos sabemos que esto no puede dejarse solamente en manos de los gobiernos; no tenemos tiempo para la burocracia mientras el infinito potencial humano se va desperdiciando y millones de niños están perdiendo la oportunidad de desarrollar sus talentos, en el ostracismo y excluidos de la sociedad.
Es por eso que el activismo del ciudadano es vital.
Ahora algunos de ustedes se preguntarán cómo llegue a tener tanto interés en el valor de la educación. Si bien soy sólo una estudiante de estos asuntos, me fascina la manera en que una pequeña inversión de esfuerzo puede garantizar resultados significantes después de un corto periodo de tiempo.
Por más de 14 años hemos estado trabajando de la mano con Maria Emma Mejía y Pies Descalzos en Colombia, la fundación que establecí en mi país cuando tenía 18 años, y desde entonces hemos estado construyendo escuelas en zonas de conflicto y pobreza, trabajando con familias desplazadas. Hemos
construido seis escuelas de última generación que ofrecen apoyo a 30.000 familias y educación de alta calidad tanto como comidas nutritivas a nuestros 6.000 estudiantes, creando un modelo integral de educación en el
cual la escuela se convierte en el eje y el corazón de la comunidad.
Lo más gratificante de trabajar en este proyecto es poder ver cómo con sólo dos dólares al día por cada niño, jóvenes que pudieron haber sido reclutados por la milicia o los grupos paramilitares ahora están en camino hacia la Universidad. Nos complace poder compartir que algunos de nuestros estudiantes han obtenido los resultados más altos en el país en las pruebas del estado este año. Y eso nos anima mucho. Hace varios años hubiéramos pensado que esto era imposible. Pero hoy en día ya vemos que si la inversión en la educación es completa, es cuestión de sólo unos años para que todos estos cambios se realicen.
Escuchamos todo el tiempo como la educación puede transformar una vida. Estoy aquí para decirles que yo he sido testigo de ello. No una o dos veces sino una y otra vez.
Ahora bien, por supuesto que trabajamos de la mano con los gobiernos, pero si he aprendido algo durante todos estos años, es el hecho de que una vez el sector privado se apropia de un proyecto escolar, el gobierno no se puede
negar a participar.
Entonces a nosotros como ciudadanos nos toca empujar a nuestros líderes a que se involucren en asuntos como éste que muchas veces no son la prioridad en sus agendas políticas.
He descubierto también que si intentamos servir como inspiración para las generaciones venideras, a ellas les urgirá más la necesidad de impulsar cambios y serán cada vez más activas.
De hecho, hablando del activismo de la juventud, en mi último concierto en el Madison Square Garden me acuerdo de un grupo de jóvenes que conocí después del concierto. Me pasaron las cartas normales que yo asumí eran fan mail. Al abrirlas salió que eran donaciones para hacerse padrinos de niños en mi país.
He conocido a innumerables estudiantes como ellos que me han contado de pasar sus vacaciones como voluntarios en Haití o Colombia o El Salvador.
Es a través de estos esfuerzos voluntarios en países por todo el mundo que la juventud está haciendo la diferencia.
Cada día somos más los que entendemos que el mundo no es nada que un pequeño pueblo y si existe un niño con hambre en Bangladesh, o un niño o niña latino de padres inmigrantes que no puede asistir a la escuela aunque vive en los Estados Unidos, ese niño debería ser un motivo de preocupación y una responsabilidad de todos nosotros.
A lo largo de este camino, he podido además tener la oportunidad de encontrarme con expertos que me han enseñado datos asombrosos que han ampliado totalmente mi visión acerca del impacto de la educación. Por ejemplo, un sólo año de educación en la escuela primaria se convierte en un aumento del 10 al 20 por ciento del sueldo en la vida adulta. Y cada dólar que se invierte en los programas del Desarrollo Infantil Temprano brindará otros 17 dólares al Estado.
Nosotros no podemos perdernos esta oportunidad de invertir. La educación universal es el combustible que impulsará el motor del cambio, y necesitamos empezar ahora.
A todo esto, yo prometo usar mi gran voz para hacer el ruido más alto que pueda: ¡y créanme que puedo hacer ruido cuando hace falta!
Sin embargo, al fin y al cabo, ustedes son los que van a tener el poder de hacer que la educación universal se convierta en una realidad y darle formar a nuestro mundo como ustedes lo crean mejor. Cuando salgan de aquí, serán los que determinen las políticas públicas, los líderes empresarios, los educadores y sus influencias serán clave en el proceso de determinar el orden del mundo.
Ya estamos viendo como su generación está liderando la presión para lograr la democracia en el Medio Oriente…
Necesitamos ver el mismo coraje y compromiso en asegurar que cada niño pueda beneficiarse del poder transformador de la educación.
Ustedes son los arquitectos del cambio y dejarán su huella en el mundo tal como lo hicieron sus predecesores.
Me han dicho que los estudiantes de Harvard no buscan trabajo sino que crean el trabajo.
Entonces me pregunto si ustedes nos pueden ayudar a crear también una sociedad más justa?
Yo diría que “Sí” a través de sus acciones futuras.
Promoviendo la educación para todos y ofreciendo a cada niño la oportunidad de maximizar su potencial, ustedes darán un gran paso -como nos señala The Harvard Foundation- hacia “el mejoramiento de la calidad de nuestra vida común”.
Muchas gracias por recibirme y escuchar mi vehemencia. Les doy las gracias por este honor.
Y acuérdense que la pelota está en su cancha!”
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